lunes, 16 de julio de 2012

Porque llora Severo?

El ultimo día de Severo llegó anunciando cosas buenas, llegó con un sol cálido que despejó el mas pertinaz frío, de los huesos mas recónditos de su cuerpo. Instantes después un pajarillo que se había pitorreado de la polución, gorjeó por la ventana entreabierta. Severo vio con buenos ojos los augurios mañaneros y pensó dichoso en una nueva vida plagada de felicidad. El, que a sus treinta años era un veterano en la guerra contra el pobrediablismo y coleccionista de sinsabores y desgracias personales.
Severo siempre creyó que la vida lo había tratado como a un conejillo de indias, como cobaya en el que experimentó toda suerte de desgracias y tragedias.
Lloró Severo a los ocho años cuando en un intervalo de quince días perdió a sus padres, a esa edad el ya tenia la cabal idea de lo que los padres tienen que hacer por uno, de lo necesarios que son para el desarrollo mental y emocional de los niños. Lloró Severo porque el era como todos, porque es un ser común y corriente como cualquiera de nosotros. Y siguió llorando bajo el férreo yugo casi dictatorial de cierta tía suya, muy pía y muy devota con sus pobres de la iglesia y con los niños del catecismo, pero déspota con aquel pedazo de su familia, de su sangre.
Lloró también al sentir el estomago vacío tras largas horas de rosario, de los calambres por permanecer de rodillas todo ese tiempo y por los jalones de patillas y coscorrones si osaba protestar por el cansancio o cabecear de sueño.
Lloró al ser abandonado a su  suerte, solo y su alma en las manos de un zapatero crápula, al cual escogió su tía, ¡esa santa señora! para que le enseñara un oficio con el cual pudiera ganarse la vida de forma decente y cristiana.
Lloró cuando tan honrado caballero descargó sobre el toda la frustración de ser lo que no había querido ser derrotado por la vida, por amplio margen. Lloró al verse metido en unos pantalones raído con mas costuras que un balón de fútbol y en unos zapatos dos números mas grandes y por lo mismo, ser rechazado por los púberes que si tenían padres y sobre todo por una mocosa que el creyó que era lo mas hermoso que habían visto sus ojos.
Lloró Severo por enésima ocasión a los veinticinco años cuando una pesada vida de obrero acabo haciéndolo un viejo prematuro. La primera vez que lloró de felicidad fue cuando sacó un premio en la lotería y encontró a una mujer que en verdad lo quería. Al menos eso es lo que el pensaba, porque la mujer si quería pero su dinero, lloró Severo al descubrir que había volado con la mitad de su fortuna y siguió llorando al formalizar con una mujercita insignificante que no le gustaba pero que si lo amaba.
Y ese día amaneció con ese hermoso sol y con aquel pajarillo que fue a decirle que ya jamas volvería  a llorar y se sintió dueño del mundo y salió a encontrarse con la dicha, pero se encontró a otro dueño del mundo, montado en un veloz auto, que lo proyectó a una muerte rápida y sin dolor.
Y Severo no volvió a llorar.



18 de abril de 1992

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